Actualmente las tecnologías de la información y la comunicación han adquirido gran importancia en el ámbito social (pese a que su presencia sea reciente). Cada vez hay un mayor número de estudios (realizados en el campo de las ciencias sociales) sobre los cambios que está provocando en la estructura de algunas disciplinas como son la economía, la política o la administración.
Últimamente todo lo relacionado con el campo de la tecnología tiene muy mala publicidad (sobre todo con lo relacionado en el campo de informática y adolescentes, puesto que los padres piensan que “sus hijos pasan demasiado tiempo frente al ordenador”).
Esta es solamente una de las caras de la moneda, la más vista por la sociedad. A continuación presentaremos la otra, esa menos conocida pero igual o incluso de mayor importancia. Esa parte que nos beneficia en diversos campos como pueden ser la enseñanza, la economía o incluso la política, pero vamos a centrarnos únicamente en su influencia en la enseñanza, puesto que es lo más cercano y lo que más nos afecta.
La sociedad de la información se define como el conjunto de actividades relacionadas con la industria, la economía, la sociedad en la que vivimos y la cultura que hay en ella.
No podemos hablar de la sociedad de la información sin hacer mención a las TIC (tecnologías de la información y el conocimiento). Antes de nada, vamos a definirlas: son el conjunto de tecnologías que ocupan el campo de la microelectrónica, la informática, las telecomunicaciones y los desarrollos en ingeniería genética.
Las TICs tienen muchas aplicaciones hoy en día. Las más importantes son:
- En la docencia:
o Enciclopedias generales.
o CR-ROM temático.
o Programas de enseñanza asistida por ordenador.
Por supuesto no podemos obviar el tema de la brecha digital. Procedamos primero a definirla: es la separación entre las personas (comunidades, estados, países...) que utilizan las nuevas tecnologías de la comunicación como una parte rutinaria de su vida diaria y aquellas que no tienen acceso a las mismas y que aunque las tengan no saben cómo utilizarlas.
La tecnología es uno de los campos en los que mejor podemos observar la gran desigualdad existente entre los países desarrollados y los subdesarrollados, la gran injusticia que es el que unos puedan tenerlo todo y otros no puedan tener nada. Es algo que nos hace (o debería hacernos) reflexionar sobre lo injusto que es el mundo en el que vivimos y que tenemos la obligación moral de (por lo menos) intentar cambiar.
Como hemos podido comprobar, las nuevas tecnologías, (bien utilizadas) son muy ventajosas. Nos permiten transmitir información a una velocidad y hasta unas distancias que nuestros antepasados jamás hubieran podido imaginar.
También hay que reconocer que pueden ser perjudiciales si no se utilizan como se debe (para fines que no son correctos, demasiadas horas consecutivas utilizándolas pueden ser perjudiciales para la salud creando, por ejemplo, problemas de visión, adicción etc.)
La segunda conclusión a la que podemos llegar es que vivimos en un mundo injusto en el que no todos tenemos acceso a las enormes ventajas que suponen las nuevas tecnologías, ya sea por falta de recursos económicos o de infraestructuras para poder hacer llegas la información a ciertos sitios. ¿Debemos aceptar esta injusticia y quedarnos de brazos cruzados? No. Como dijo el filósofo griego Cleóbulo de Lindos (s. VI a.C.): “Aceptar la injusticia no es una virtud, sino todo lo contrario”. ¿Qué nos quiere decir con esto? Que si todos nos conformamos con las injusticias que vemos a nuestro alrededor y nos limitamos a quejarnos no llegaremos a ningún lado, que tenemos que intentar cambiar esas situaciones que no nos gusta. Porque como dijo Esopo “la unión hace la fuerza”.